Agua, azucarillos y aguardiente es uno de los mejores ejemplos del género chico tan tradicional de Madrid con toda la gracia y el casticismo de finales del siglo XIX.
El Teatro Amaya celebra el 125 Aniversario del estreno de una de las obras emblemáticas del género chico. Un escaparate de frescura y alegría con el Madrid castizo y entrañable como escenario.
El compositor Federico Chueca estrenó esta obra 1897, con texto original de Miguel Ramos Carrión. Todo tipo de personajes típicos del Madrid de hace un siglo (vendedoras, niñeras, chulapones, etc.) se pasean a lo largo de la obra, como una especie de escaparate costumbrista y castizo de la capital de España.
Atanasia, una niña cursi que vive con su madre, está enamorada de Serafín, hijo de un exministro y en el que fía para salir de sus apuros económicos.
Por otro lado están Pepa, la dueña de un kiosco, Lorenzo, un picador avispado, Manuela, una aguadora ambulante y Vicente, el novio de esta última. Entre ellos hay un divertido lío amoroso que se mezclará con los oscuros métodos de Serafín por conquistar a Asia.